Muralla china - Alejandro
Ruta creada por Alejandro Prudencio
La idea de esta ruta surgió, tras ver una crónica de la muralla china de Guadalajara, en un artículo de la web moteando, de la que solemos sacar rutas.
El día comienza con un madrugón, para aprovechar al máximo las horas de sol que nos da el invierno. Salimos de casa sobre las 9 de la mañana, para juntarnos con nuestro amigo Andrés, en un punto intermedio de la M50.
Salimos de la A1, y nos dirigimos a Torrelaguna por la N320, luego unas bonitas curvas hasta el Berrueco, y seguimos hasta Manjiron por la M126. Llegados a la presa de Puentes Viejas, bajamos de las motos y hacemos unas cuantas fotos para el recuerdo.
Seguimos por la carretera M137, para hacer el Puerto de la Hiruela, de 1478 m de altura, que ofrece unas vistas impresionantes. Posteriormente nos dirigimos hacia Corralejo el último pueblo que necesitas atravesar para hacer la Muralla China de Guadalajara. En Corralejo aprovechamos para hacer una breve parada, y tomar un refrigerio. En este viaje nos acompaña por primera vez nuestra amiga Sara, que de momento esta disfrutando del viaje.
Montamos de nuevo y tras unos kilómetros y sin previo aviso, aparece de forma sorpréndete ante nosotros la Muralla, el motivo por el cual realizamos esta ruta. Las vistas son preciosas, el “asfalto” sorprendente y los desniveles y sus curvas en U, no aptas para todos.
Tras las fotos de rigor empezamos el descenso, con una primera curva de izquierdas, con un desnivel y peralte, que hacen que Sara se asuste un poco, y le pida al que suscribe, que vaya con calma. Seguimos por ella, disfrutando cada curva, y he de decir que se hace corto, sin saber exactamente lo que mide dicha muralla, no creo que sean más de 7 kilómetros.
Y continuamos hasta Tamajon. Como la ruta solo estaba pensada y organizada hasta aquí, empezamos a improvisar sobre la marcha, y metiéndonos por carreteras/caminos poco aconsejables cuando vas con alguien que es la primera vez que monta en moto, ya sea como copiloto. Tomamos una carretera estrecha, llena de socavones, graba y troncos (acabarían de podar los árboles contiguos a la carretera) que estaban estratégicamente colocados para que tuvieras que conducir zigzagueando continuamente.
Mi copiloto empezaba a cansarse, y marearse, el sol le daba de frente y las horas de moto, y la falta de costumbre estaban pasándole factura. Como pudimos llegamos a Patones, cerca de las 4 de la tarde, y paramos a comer en el único sitio que estaba abierto, eso sí, para rematar la faena, no llevábamos dinero en metálico, y la mujer no tenía datafono…
Tras solventar el problema, comer y descansar un poco, nos despedimos, dirigiéndose ya, cada uno a su casa.